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Reconocer: “El público invisible de mi celular”

Porque en la era digital nunca sabes quién respira al otro lado de la pantalla.

Con Dato Protegido hablamos del vértigo de saber que cualquier comentario en la red puede convertirse en vitrina pública. Esa sensación de ser observado parecía un juego de redes sociales, hasta que apareció un invitado silencioso: Pegasus, ese vecino que nunca pide amistad, no deja visto y aun así lo lee todo. Es un software capaz de espiar mensajes, escuchar llamadas y encender la cámara o el micrófono sin que el dueño lo note. Nació para combatir el crimen, pero en México terminó metiéndose donde más duele: en la intimidad de quienes solo querían ejercer su voz… o tomar café tranquilos sin compañía invisible.

Entre 2016 y 2017, Carmen Aristegui, su hijo adolescente, Carlos Loret de Mola, Rafael Cabrera y defensores del Centro Prodh, que acompañaban el caso Ayotzinapa, descubrieron que tenían público invisible. Años después, entre 2019 y 2022, Ricardo Raphael, periodistas de Animal Político y miembros de México Evalúa se sumaron a la lista. El último guiño vino con Guacamaya Leaks: correos de la Sedena confirmando que Pegasus seguía husmeando mientras la versión oficial bostezaba diciendo que ya no existía.

Para quienes lo vivieron, no fue solo un titular: fue sentir que la intimidad se volvió un préstamo frágil. Mirar el celular vibrando en la mesa dejó de ser rutina; cuando nos sentimos observados, hablamos menos, y cada silencio le roba oxígeno a la conversación pública. A veces parece que la pantalla respira con nosotros y sonríe sin avisar.

Pegasus también dejó en claro que, aunque el Artículo 16 de la Constitución protege la privacidad y exige orden judicial para intervenir comunicaciones, su aplicación ha sido débil. Desde 2017 se abrieron investigaciones por su uso ilegal, pero hasta hoy no existen sentencias firmes contra quienes lo operaron. En 2022 se propusieron reformas para prohibir expresamente el espionaje sin autorización y crear un registro nacional de intervenciones, aunque los resultados aún no se sienten en la vida diaria. Aun así, hablar de estos casos, exigir transparencia y aprender a cuidarnos en lo digital es la forma de convertir una promesa legal en una protección real.

La vulnerabilidad digital es democrática. Hoy da lo mismo ser estudiante, oficinista o periodista: todos somos inocentes digitales, habitantes de pantallas con doble fondo.

Cuidarnos en lo digital empieza por gestos mínimos que también protegen a otros: no reenviar lo que puede dañar, avisar si su información anda circulando y compartir con cariño lo que sabemos para proteger nuestros teléfonos. Son actos pequeños, pero cada uno es un “te cuido” silencioso que teje confianza en esta vida conectada.

Porque si algo nos enseñó Dato Protegido es que la memoria digital nunca olvida. Y si Pegasus sigue rondando como un fantasma coqueto, al menos que nos encuentre juntos, lúcidos y con la picardía suficiente para cuidarnos entre nosotros.

“Reconocer también es agradecer a los periodistas que mantienen viva la libertad de expresión incluso en tiempos de pantallas curiosas.”

Soy Luisa Leticia Pérez Medina, instructora en ICATEQ Plantel San Juan del Río,
donde impartimos capacitación en el área de informática y abordamos las vicisitudes de la interacción digital.