Muere la diseñadora británica Vivienne Westwood, “madrina del punk” e ícono de la moda mundial – BBC News Mundo
- Redacción
- BBC News Mundo
La reconocida diseñadora de moda británica Vivienne Westwood murió este jueves a los 81 años.
En un comunicado en Twitter, su casa de moda dijo que Westwood falleció “en paz y rodeada” de su familia en Clapham, en el sur de Londres.
Su esposo y socio creativo, Andreas Kronthaler, dijo: “Seguiré con Vivienne en mi corazón”.
“Hemos estado trabajando hasta el final y ella me ha dado muchas cosas para seguir adelante”, agregó.
Rompiendo las reglas
Vivienne Westwood fue una idealista anárquica que transformó para siempre la moda en Reino Unido.
Era una aspirante a revolucionaria, impulsada por su odio a la corrupción y a la injusticia en el mundo, y que se desesperaba ante lo que consideraba indolente pasividad de la juventud.
Westwood dio a luz al punk, conquistó la alta moda y construyó un imperio global.
Inventó el movimiento New Romantics, hizo desfilar a la modelo Naomi Campbell en la pasarela con un cono de tráfico y apareció sin ropa interior en un encuentro con la reina Isabel II.
Para Westwood, la moda era un arma. Por supuesto, sabía que la ropa hacía que la gente fuera sexy. Pero su objetivo era cambiar las reglas, destruir las convenciones y hacer un mundo mejor.
Talento precoz
Vivienne Isabel Swire nació el 8 de abril de 1941 en el pueblo de Tintwhistle, en Derbyshire, Inglaterra, como la mayor de tres hermanos.
Sus padres eran de clase trabajadora y la animaron a hacer manualidades, lo cual hizo con entusiasmo. Pero estaban profundamente desconcertados por la adicción de su hija a la lectura y una vez le pagaron para que destruyera su carnet de la biblioteca.
De niña tenía una confianza en sí misma envidiable, creyéndose una artesana excepcional. “Honestamente”, dijo en una ocasión, “a la edad de 5 años podría haber hecho un par de zapatos”.
Su familia se mudó al norte de Londres en 1958. Westwood incursionó en la forja de plata en la escuela de arte local, pero abandonó los estudios después de un solo trimestre.
Podía ser segura de sí misma, pero no pensó que una chica de clase trabajadora como ella podía ganarse la vida así.
Se graduó como maestra de escuela primaria, luego se casó con Derek Westwood, un agraciado joven que de día trabajaba de aprendiz en una fábrica y de noche ejercía de extravagante Mod.
Westwood hizo su propio vestido de novia, así como las joyas que lució. Un año después, dio a luz a su hijo.
El encuentro que lo cambió todo
Entonces, un encuentro casual lo cambió todo. Su hermano Gordon le presentó a un compañero de sus estudios de arte de 19 años en su apartamento en Harrow, en el noroeste de Londres.
Tenía el pelo rojo y el rostro blanqueado con polvos de talco. Su nombre era Malcolm McLaren: genio autoproclamado y padrino del punk.
Así comenzó una de las grandes asociaciones creativas de la historia reciente de Reino Unido.
Se mudaron a un pequeño apartamento en Clapham, tuvieron un hijo y lanzaron una revolución cultural que sacudió y, a veces, asustó al mundo.
McLaren era imposible. Su madre era prostituta, por lo que lo había criado una abuela excéntrica, que vivía con el lema “ser malo es ser bueno y ser bueno es simplemente aburrido”.
Era un pavo real que quería impresionar con su brillantez, al tiempo que ofendía a las viejas generaciones, y que detestaba y menospreciaba a todo el mundo menos a sí mismo.
Se tomó seis días para visitar a Westwood en el hospital después del nacimiento de su hijo, se negó a que lo llamaran papá y amenazó con llevar al niño a un hogar de huérfanos cuando se le pidió que ayudara en su manutención.
Westwood se retiró a una caravana en Gales; comiendo vegetales silvestres mientras él revolucionaba Londres y se casaba con una estudiante de arte.
Pero su atracción pudo con todo. La infancia de la diseñadora había sido feliz, pero también un desierto cultural.
Creativamente, McLaren fue un despertar para ella; presentándole el arte y la música, y ayudándola a transformarse “de muñequita a una mujer elegante y segura de sí misma”.
Westwood retomó la relación, floreció artísticamente e ignoró los abusos.
Luego vinieron los Sex Pistols en la década de 1970.
McLaren los abrazó como un disparo contra el movimiento hippy que odiaba. Westwood abrió una tienda en Kings Road, en Londres, inspirada en la estética que los Pistols hicieron famosa. Todo eso se convirtió en el punk.
Llamó a la tienda Let It Rock (deja que se estremezca), luego cambió el nombre a Too Fast To Live, Too Young To Die (demasiado rápido para vivir, demasiado joven para morir).
Finalmente, la llamó SEX: el enorme letrero rosa sobre la puerta significaba que solo entraban los valientes.
En el interior, el personal era intimidante. La ropa, por supuesto, no se parecía a nada. Era radical e individualista.
Era tanto antropología como estilo. Los pantalones bondage y las chaquetas con la esvástica eran, explicó, “el sexo traducido en moda convirtiéndose en fetiche”.
Era, declaró, “la encarnación misma de la suposición de inmortalidad de la juventud”.
Sus padres odiaban a Malcolm McLaren; pero le dieron el dinero para que empezara con su negocio y lealmente le ofrecieron ayuda mientras ella llenaba los estantes con tachuelas, cadenas y cremalleras para los pezones.
El negligé de goma de Westwood, el cabello puntiagudo, los tacones de aguja y la camiseta pornográfica literalmente causaron asombro. Estaba divirtiéndose, sintiéndose como una “princesa de otro planeta”.
Más tarde, McLaren se jactaría de ser un “estafador” que tergiversó la cultura popular hasta convertirla en nada más que un conveniente truco de marketing.
Para Westwood, el movimiento fue más profundo; viéndolo como una insurgencia juvenil contra la corrupción del viejo orden mundial.
El punk, creía sinceramente, era más que una moda. El movimiento era político; el objetivo era la revolución.
Se suponía que la ropa y la música canalizarían la ira y provocarían cambios.
Pero los jóvenes simplemente ignoraron la injusticia global, se pusieron imperdibles en la nariz y bailaron al ritmo de la música.
Decepción y recuperación
La pareja llegó a ser acusada de sedición, pero la revolución nunca sucedió. Westwood se sintió decepcionada y, finalmente, siguió adelante.
Tomó sus ideas subversivas y asaltó las pasarelas de Londres y París.
Trabajando sola con una pequeña máquina de coser en casa, Westwood unía las piezas usando su propio cuerpo como plantilla.
Inspirada intelectualmente por el historiador de arte canadiense Gary Ness, investigó la historia de la moda, la reelaboró y desafió al mundo de la alta costura.
En una ocasión Westwood amenazó con retirarse de una entrevista de la BBC cuando la audiencia no dejaba de reír.
Los Pistols también se burlaron de ella, acusándola de abandonar el punk y hacer “vestidos elegantes” para la alta sociedad.
No fue fácil; a veces estuvo cerca de la bancarrota. Pero el mundo de la moda la amaba.
Al final, logró hacer una fortuna. Un desfile suyo en París terminó en el tiempo que se tarda en hervir un huevo, pero presentó ropa valorada en más de un millón de libras.
Cuando el personaje de Carrie Bradshaw de la serie Sex and the City quiso un vestido de novia, recurrió a Westwood, quien se había convertido en una importante marca mundial.
En 1989, la influyente publicación Women’s Wear Daily la calificó como una de las seis mejores diseñadoras del siglo XX; la única mujer, junto a Armani, Lagerfeld y Saint Laurent.
Esto no significaba que hubiera renunciado a la revolución.
Comprometida con diversas causas
Profundamente política, el arte de Westwood tenía un propósito.
Sus vestimentas subvirtieron la moda que históricamente había sometido a la mujer. Hizo camisetas adornadas con eslóganes políticos profanos, vendiéndolas a un elevado precio.
Westwood detestaba con pasión a los políticos británicos y se lanzó a una cruzada de por vida para promover la libertad individual, librar al mundo de las armas nucleares y combatir la amenaza del cambio climático.
Apoyó numerosas causas, donó cientos de miles de libras al Partido Verde y se convirtió en una visitante habitual del fundador de WikiLeaks Julian Assange.
Incluso estacionó un tanque blanco afuera de la casa del que fuera primer ministro David Cameron en una protesta contra el fracking.
Cuando la reina Isabel II le entregó la Orden del Imperio Británico en 1992, Westwood se presentó sin ropa interior.
Si a Su Majestad no le hizo gracia, no lo demostró y Westwood regresó al palacio unos años después. A la legendaria rebelde la nombraron Dama.
Se volvió a casar, esta vez con un estudiante de moda austriaco que tenía la mitad de su edad. Andreas Kronthaler era tranquilo y la apoyaba, y formaron una nueva asociación creativa.
La cita favorita de Westwood era de Aldous Huxley: “La ortodoxia”, dijo, “es la tumba de la inteligencia”.
La tienda que abrió en Kings Road todavía funciona.
Ahora se llama Worlds End (fin del mundo) y vende diseños de archivo y camisetas con eslóganes en memoria de un ícono decidido a librar la guerra contra el conformismo.
La madrina del punk, emperatriz de la moda mundial y Dama del Imperio Británico ciertamente hizo eso.
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