Mercado El Tepetate: 45 años de historias
El mercado Benito Juárez, mejor conocido por los queretanos como “El Tepetate”, no es solo un lugar de comercio, sino un espacio impregnado de historia, resiliencia y comunidad. Este mercado, que celebra 45 años de existencia, ha sido testigo de las transformaciones de la ciudad, desde su humilde inicio hasta convertirse en un pilar de la economía local.
Para quienes han caminado por sus pasillos, los aromas y colores de sus productos no solo ofrecen bienes de consumo, sino también recuerdos y vivencias que han marcado a varias generaciones.
Uno de esos guardianes de la memoria del Tepetate es la señora María Cerritos, quien a sus 80 años rememora los inicios del mercado con una nostalgia que refleja los sacrificios y esfuerzos que implicó levantar cada puesto, llenarlos de clientes y hoy en día sobrevivir ante la gran competencia que existe.
“Yo soy comerciante desde 1968”, comenta doña María, sentada frente a su pequeño puesto de zapatos, sandalias, mochilas y otros artículos de calzado.
“En ese año, mi padre falleció y nos mudamos para Querétaro. Empezamos en la calle Invierno, éramos solo tres comerciantes, pero poco a poco fueron llegando más, hasta que nos movieron al mercado”, cuenta mientras observa el pasillo.
El mercado que originalmente se encontraba en la calle de Invierno, fue el hogar de estos comerciantes durante cinco largos años, hasta que se construyó el primer edificio que albergaría el mercado Benito Juárez. Sin embargo, este mercado, a los 40 años de haber estado en pie, en el 2018 sufrió un incendio que lastimó la economía de quiénes ahí trabajan.
“Después de 40 años, el mercado se quemó. Fue un golpe muy duro, pero aquí seguimos, estrenando un nuevo espacio que ya tiene cinco años”, narró doña María con una mezcla de orgullo y tristeza.
Martín Corona Ramírez, un carnicero que inició de niño, ayudando a su padre en la carnicería que lleva su apellido, para después heredarla, comparte una historia similar, de trabajo, buenas anécdotas con los clientes, así como los mismos comerciantes y que buscan salir adelante todos los días.
A sus 60 años, recuerda cómo su padre fue uno de los primeros en vender carne en lo que entonces era solo una “huertita escondida”, conocida como “El Mercado Escondido”.
“Mi papá empezó en otro lugar, en calle de Pipila, pero cuando construyeron este mercado en el 79, nos mudamos para acá. Yo era un chamaco y le ayudaba en lo que podía. Con el tiempo, él se jubiló y yo seguí con el negocio ayudando a mi mamá”, comenta Martín, evocando esos días en los que el mercado todavía estaba en formación.
Comentó que la transición al nuevo mercado no fue fácil, “al principio, mucha gente no sabía dónde estábamos, porque el lugar estaba escondido. Pasaron dos o tres años hasta que la gente empezó a ubicar el mercado”, recuerda Martín.
El incendio de hace cinco años trajo a la mente de muchos los tiempos difíciles y, aunque devastador, también sirvió para unir a la comunidad de comerciantes.
“Cuando me enteré de que se estaba quemando, no lo podía creer. Fue un golpe muy fuerte, porque aquí he pasado toda mi vida, aquí trabajamos y están nuestras cosas”, dice Martín, mientras señala el espacio donde su padre solía trabajar.
Rosendo Cárdenas, otro de los comerciantes que iniciaron con el mercado, también vivió en carne propia el siniestro que casi destruye todo por lo que había trabajado.
A sus 65 años, se sigue dedicando a vender vísceras para distintos y deliciosos platillos, recuerda sus inicios cuándo tenía un estanquillo en la calle de Invierno, en donde ya estaba “aclientado” y cuándo crearon el primer mercado refiere que le dieron un espacio pequeño, sin cortinas o puerta en el que a veces le robaban sus herramientas de trabajo, pero con el tiempo logró establecerse y poder sacar a su familia adelante.
“Yo llegué cuando apenas se estaba formando el mercado. Al principio éramos pocos y cada quien traía lo que podía. Pero con el tiempo, esto creció y se convirtió en un lugar importante para la gente”, explica mientras acomoda cuidadosamente sus productos frescos.
El último de los cuatro veteranos es el señor Esteban Breña, un hombre de pocas palabras, pero de muchas historias, inició cuándo abrieron el mercado con un puesto de abarrotes, con el tiempo creció y logró conseguir 9 locales en donde también trabaja sus hijos y sus familias, ahora vende sopes, atole y tamales, y se ha ganado el reconocimiento de clientes y comerciantes del mismo mercado.
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“Aquí nos conocemos todos. Hemos pasado por muchas cosas juntos. El incendio fue un momento difícil, pero el mercado se reconstruyó, y nosotros seguimos aquí, trabajando”, comenta Esteban con una sonrisa.
La historia del Mercado Benito Juárez es la historia de la gente que lo conforma, hoy, el Tepetate sigue siendo un punto de encuentro para todos aquellos que buscan no solo productos, sino también un pedazo de la historia viva de Querétaro.
A pesar de los desafíos y de la competencia, estos comerciantes veteranos siguen adelante, esperando que las nuevas generaciones continúen valorando el mercado como lo han hecho ellos durante 45 años.