Malo de Molina, una visión crítica del Banco de España desde dentro
Murió José Luis Malo de Molina. Un gran servidor público. En sus numerosos obituarios quizá no se incidió lo suficiente en su presencia en el equipo de economistas del Partido Comunista de España con Santiago Carrillo, en el momento de negociar los Pactos de la Moncloa. O se trató con paternalismo como una especie de pecado de la juventud. No fue así. Los Acuerdos de la Moncloa contenían una serie de programas de estabilización de la economía española y un núcleo de reformas a medio plazo, con el objeto de modernizarla, que desbordaron el periodo para el que fueron firmados. ¿Es abusivo pensar que una parte de esa estabilidad y esas reformas fueron trasladadas, convenientemente aggiornadas, por Malo de Molina al Banco de España, y sus valores —no su caja de herramientas— formaron parte de su pensamiento el resto de su vida?
Los recuerdos a Malo de Molina se centraron en su histórica permanencia en el Servicio de Estudios del Banco de España, al que llegó de la mano de Ángel Rojo y en el que duró hasta el nombramiento de Luis Linde como gobernador, pasando por Caruana y Fernández Ordóñez. Se incide en algunos de sus trabajos, como su penúltimo libro, titulado Una visión macroeconómica de los cuarenta años de la Constitución Española, de 2019 (en su presentación estaba presente el nuevo gobernador, Pablo Hernández de Cos, que le había sustituido antes en el servicio de estudios), en el que hacía una especie de autocrítica porque el Banco de España no había sido lo suficientemente enérgico en las advertencias sobre los desequilibrios.
Pero Malo de Molina escribió un último libro, que apareció en 2021, tan interesante como incómodo: Los años cruciales del Banco de España (1992-2018). Una visión desde el interior (Marcial Pons). Olvidando el tono “vaticanista” de los informes del Banco de España, casi a modo de unas memorias (algunas páginas están escritas en primera persona), desarrolla una tesis muy interesante: durante esos años se produjo una cadencia de auge y desprestigio institucional del Banco de España. Los momentos más bajos del declive se producen con la ausencia de consenso político en el nombramiento de Fernández Ordóñez para gobernador, lo que se arrastra todo su periodo (que acabó, insólitamente, un mes antes de lo que le correspondía) y con los enfrentamientos entre el ministro de Economía y el gobernador del Banco de España a cuenta de la crisis de Bankia, su nacionalización y la aprobación de un programa de rescate para el sistema financiero español.
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El autor reproduce la batalla campal en el pleno del Congreso de los Diputados de diciembre de 2014, cuando Luis de Guindos, ministro de Economía (y hoy vicepresidente del Banco Central Europeo), acusó al Banco de España de hacer dejación de sus competencias supervisoras siguiendo instrucción del Gobierno anterior (Rodríguez Zapatero): “Usted sabe”, dice Guindos al portavoz socialista, “que la salida a Bolsa de Bankia fue una decisión política. Se definió por el Gobierno como una cuestión de Estado en la que su Gobierno forzó voluntades e hizo que los supervisores miraran para otro lado. Por mucho que la dirección de Bankia se hubiera empeñado en salir a Bolsa, esta operación nunca se hubiera producido —reitero, nunca se hubiera producido— sin el visto bueno del Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores”. En su respuesta a Guindos en el Congreso, Juan Ramón Quintás, presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorro, explicó: “Si así ocurrió, cosa que yo no sé —habrá que preguntarle al señor ministro—, estaríamos ante una de las más graves responsabilidades de toda la crisis. Implicaría, en todos los casos, prevaricación”.
Malo de Molina no quiso mover demasiado ese libro. Posiblemente se daba por satisfecho con que hubiese sido publicado y no añadir ruido al ruido. A él deberían incorporarse ahora los efectos de la pandemia de covid, que él denomina una segunda Gran Recesión que cae sobre la anterior.
La historia económica acredita que las grandes crisis sanitarias, junto con las guerras, han sido la fuente de las mayores catástrofes económicas de la humanidad.
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