Las redes
Como todos solemos avisar con razón de los peligros de las redes, también es bueno admitir sus ventajas. En primer lugar, conviene destacar que sus usuarios estamos sometidos a la transversalidad. Por ejemplo, en el conocimiento de las realidades periodísticas. Sin duda es un buen propósito no quedarse sólo en la lectura de los periódicos con los que más nos identificamos. Resulta iluminador conocer una variedad activa y agitada de opiniones. Pero es cada vez es más difícil mantener la apuesta por la variedad. Hace tiempo que en la información no existe una frontera entre la prensa progresista y la conservadora. Hay más bien una diferencia entre la información veraz (sea de izquierdas, centro o derechas) y la indecencia comunicativa de bulos y calumnias. Y no es agradable entrar en los estercoleros.
Así que las redes, al llegar hasta nosotros, nos ayudan a enterarnos de algunas indecencias comunicativas sobre la política o sobre cualquier tema, empezando por uno mismo. La capacidad de mentir y calumniar saltó de las redes a la prensa vencida y ahora las redes ayudan a recordar la existencia de realidades paralelas, mundos limpios o cloacas. Conviene así caer en la curiosidad para tomar conciencia de las dimensiones de la existencia y no convertirnos en monjas de clausura. Es lo que hay.
Si uno es columnista, otra ventajas de las redes es que no sólo sirven para conocer el interés de los lectores afines, sino también para calcular el acierto de cada colaboración según el odio despertado entre los enemigos. El buen humor y la calma son aliados para utilizar este tipo de termómetro sin daño. Cuando publico un artículo, si a los 15 minutos no hay 100 insultos en la red comprendo que me he equivocado. Las malas respuestas de los talibanes ayudan a definir lo que de verdad molesta, los buenos caminos. Se agradecen los insultos; pasen, pasen y griten.
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