La zozobra y la sorpresa como marco de negociación
No era esto lo que el candidato socialista a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, previó cuando se arriesgó a cuerpo descubierto a pactar con Carles Puigdemont. Mucho le ha dado ya al de Junts y cambio de muy poco —este miércoles, su abstención en la votación de los tres decretos ley—, pero lo peor, por desconcertante, es el forcejeo permanente y la inseguridad respecto qué hará Junts en cada votación. Hasta las 18.36 de este miércoles Junts negó el apoyo a los decretos del gobierno, pero un comunicado del partido independentista datado a esa hora desconcertó al máximo al desvelar que se abstenía en las votaciones a cambio de “la delegación integral de las competencias de inmigración para la Generalitat”.
Sí, está en la Constitución. El artículo 150.2 permite a la administración central delegar competencias a las comunidades autónomas y quitárselas si considera que no las ejerce adecuadamente. Junto a ella, siempre según Junts, el Gobierno se compromete a publicar las balanzas fiscales para ver cuánto aporta Cataluña y cuánto recibe. Un clásico en las reivindicaciones nacionalistas, tanto como la renuencia del gobierno central a publicarlas. Hubo que esperar a media tarde para conocer el contenido de las negociaciones entre La Moncloa y Junts, de las que ERC permaneció ajeno. Ese es el juego de Junts: ir siempre por delante de los republicanos en logros y demandas y hablar de tú a tú al Gobierno. Ahora, le tocará el turno a Oriol Junqueras y al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès.
Pero nada le es extraño a ERC, que apareció como el único grupo no sorprendido de todo lo que sucedió en la larga jornada parlamentaria en el Senado —porque el hemiciclo está en obras— de este miércoles, 10 de enero. Pocos olvidarán esta fecha. El Gobierno —sus dos partes: PSOE y Sumar— la tendrán muy presente con no poca amargura.
Una transposición de una directiva europea sobre digitalización de la justicia, que el eurodiputado Carles Puigdemont debe conocer, entra de lleno en la amnistía, a juicio de Junts, que exigió y consiguió la derogación de artículo del Código Civil que entienden puede entorpecerla. En Waterloo no se tiene en cuenta, aparentemente, hasta dónde puede llegar el Gobierno central; tampoco la existencia inmutable de la separación de poderes ni el marco legal y legislativo europeo en el que vive España. Pero tras vueltas y vueltas a ese artículo el Ejecutivo se ha arriesgado a eliminarlo.
No entrar al cuerpo a cuerpo es la actitud del Gobierno, disgustado, perplejo y sorprendido. ¿Cómo es posible que los de Junts no solo se alejan de un pacto de legislatura sino que proclaman que la relación estable nunca ha estado en sus planes? El Ejecutivo optó este miércoles por aparentar que los únicos adversarios son el PP y Vox, y decidir con calma cómo actuar con los circunstanciales compañeros de viaje de Junts cuya compañía quedó trabada afanosamente en Bruselas.
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A pesar de la contención verbal pública de los socialistas, no fue difícil detectar su estado de ánimo herido. Muchos se preguntaban si quizá hay que replantearse las alianzas, incluso con el riesgo de que descarrile la legislatura. Esa esperanza se ha reavivado en el PP en estas últimas horas. La zozobra del Gobierno era todo gozo en el PP. “Ustedes salen del Senado humillados o derrotados”; este ha sido el estribillo popular. A la vez, Vox golpeaba al PP por votar en contra de su enmienda a la totalidad a la ley de amnistía; cada uno por su carril y observándose con mirada torva; la misma que se dispensaron Sumar y Podemos.
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