Izquierda Española interpela a un país que no existe


Por más que algunos sostengamos que se puede ser de izquierdas y a la vez hostil a los nacionalismos, en la práctica no ha habido un partido que se desmarque de esa alianza entre las izquierdas y los etnicismos que la mayoría de los españoles percibe como natural e incluso obligatoria, como apuntaba Antonio Muñoz Molina en Todo lo que era sólido. La izquierda española no nacionalista solo existe en teoría. Haberla, hayla, pero no se ve en las urnas ni en los parlamentos.

Yo pensaba hace un tiempo que esta ausencia se debía al miedo: tantas décadas de nacionalismo institucional habían generado una espiral de silencio. Los disidentes se inhibían ante la perspectiva de que les llamasen fachas. Después de varios libros e infinidad de artículos y discusiones defendiendo una oposición al nacionalismo desde postulados de izquierdas me he convencido de que ni siquiera hay una espiralilla de susurros. Los cuatro gatos que pensamos así vivimos atolondrados por el espejismo de que millones de españoles huérfanos de representación duermen esperando una señal. Qué va. Afuera no hay nadie.

Izquierda Española es la nueva marca que concurrirá a las europeas, cuya principal baza hasta ahora es que ha provocado la ira de lo que llaman “izquierda oficial”, que se ha apresurado a denunciarles como partido sicario de la derecha. Ellos sí creen que existe ese espacio político de izquierdistas antinacionalistas, y su fundador, Guillermo del Valle, va a salir a buscarlo. Lo cuenta en La izquierda traicionada, su libro-panfleto (en el sentido político de la palabra, no despectivo), donde resume sus ideas. Concuerdo con lo mollar, porque es de sentido común, aunque disiento de su desprecio hacia el proyecto europeísta, de su retórica viejuna antiglobalizadora (que suena a veces a homilía de Ignacio Ramonet y a Las tesis de abril de Lenin) y de su fe injustificada en que un Estado centralista sea mejor que uno federal. También echo de menos más contundencia contra Vox, pero no he encontrado en el texto nada abominable ni indigno de una discusión democrática.

Mi objeción fundamental es que la España a la que interpelan no existe. A nadie le importan estas inquietudes intelectuales que, en el más generoso de los casos, se perciben como petulancias soberbias de señoritos pejigueros. Yo no he visto a esos españoles izquierdistas huérfanos, y me paso la vida recorriendo el país. A lo mejor los de Izquierda Española sí los encuentran. Tengo tiempo de equivocarme de aquí a las europeas, pero con ideas así se hacen buenas tertulias, no partidos con poder.

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