El PP quiere dar la batalla por controlar la Presidencia y la Mesa del Congreso

El PP no va a regalar la Presidencia del Congreso y la tercera autoridad del Estado al PSOE el 17 de agosto, cuando se constituyan las Cortes. Los populares presentarán entonces su candidatura alternativa a la socialista porque pretenden “la máxima visibilidad” en esa institución tras su amarga victoria por margen insuficiente el 23-J a sabiendas de que en principio no tienen los votos para ganar esa votación, siquiera por la mínima. El PP pretende así empedrar lo máximo posible el camino al PSOE y sus socios, que serían para esa votación y para controlar la Mesa de la Cámara los mismos que en la anterior legislatura más JuntsxCAT y que daría pistas sobre cómo se encamina la futura sesión de investidura de Pedro Sánchez.

La votación para encarnar la Presidencia de las Cortes y del Congreso, el próximo 17 de agosto, es en teoría sencilla, porque requiere en un primer paso mayoría absoluta o, en su defecto, mayoría simple, pero es secreta, y hasta ahora ni el PP ni el PSOE disponen de los diputados suficientes para darla por segura. Ahora parece inviable que el PP los pueda llegar a obtener en algún momento durante esas semanas, salvo algún desmarque inesperado de alguna formación nacionalista de las que en teoría van a negociar para la investidura de Sánchez y que quiera de esa manera proporcionar al PSOE un aviso o toque de atención. En el PSOE no trabajan sobre ese escenario. El PP no quiere descartar nada. Su secretaria general y portavoz en el Congreso, Cuca Gamarra, remachó este lunes que buscarán con sus 137 escaños y como lo más “lógico” conseguir “la máxima visibilidad”. El PP tendrá mayoría absoluta y la Presidencia del Senado.

El PSOE solo contempla la opción de que la Presidencia del Congreso sea para uno de sus diputados y en principio la aspirante más lógica es la socialista catalana Meritxell Batet, que ya lo fue en la XIV legislatura. No es una opción mal vista en privado, tampoco por muchos diputados del PP y de Vox y de otras formaciones. Los 15 diputados del PSC, entre ellos Batet, ya votaron contra la polémica investidura de Mariano Rajoy en 2016, en consonancia con el criterio de Pedro Sánchez y frente al de la dirección federal de entonces. Batet tiene una muy buena relación con Sánchez.

La votación de la Presidencia de las Cortes no es, sin embargo, la más compleja de descifrar. La más enigmática, y que se presta a todo tipo de pactos, traiciones y transacciones de última hora, es la que resuelve en bloque las posiciones de los cuatro vicepresidentes y las de los cuatro secretarios, también en urna. La importancia política ahí no está tanto en quién es vicepresidente primero o cuarto o secretario tercero, sino en cuántos puestos de esos ocho, en dos votaciones de cuatro, se quedan para cada bloque ideológico de partidos. Los precedentes dan para todo tipo de conjeturas. Lo relevante es disponer en la Mesa de la mayoría. En la anterior legislatura el bloque progresista, del PSOE y Unidas Podemos, mantenía cinco sillones y el conservador, de PP y Vox, cuatro. Ese es el reparto al que aspira ahora el PSOE, con los que sean sus aliados, y el que parece que tendrá que asumir el PP, pero el resultado no se puede dar de ninguna manera por seguro.

Después de la reunión del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, con el de Vox, Santiago Abascal, tras el 23-J, este último parece dispuesto a entregarle sus votos para una investidura fallida sin pedir nada a cambio. O casi nada: Vox espera que el PP le preste algunos de sus escaños para estar presente en la nueva Mesa del Congreso que será elegida el día 17. En la pasada legislatura, el diputado de Vox Ignacio Gil Lázaro accedió a la vicepresidencia cuarta del Congreso con los 52 escaños de su grupo, mientras que el PP cedió votos a Ciudadanos, que finalmente se quedó fuera de la mesa. Ahora, los 33 escaños de Vox podrían ser insuficientes para garantizarle un puesto en la Mesa si el PSOE se pone de acuerdo con otros grupos y el PP no le respalda. Además, las negociaciones entre PP y Vox para constituir los gobiernos de Murcia y Aragón siguen bloqueadas; lo que explica que, pese a las críticas cruzadas entre ambos partidos por el fiasco electoral, empiece a imponerse el pragmatismo.

En la sesión para formar la Mesa del Congreso en diciembre de 2019, el PP y Vox no llegaron a un acuerdo; fueron por libre votando a sus propios aspirantes, y esa división de fuerzas permitió a PSOE y Unidas Podemos copar seis de los nueve componentes de ese órgano. En el PP hay fuentes que defienden que ahora deberían intentar repetir ese escenario, sin Vox, y quedarse con cuatro posiciones, lo que volvería a dejar fuera a la formación ultra. Si PP y Vox entrecruzan al final sus votos para agregar apoyos, el PSOE y Sumar tendrían que buscar a sus aliados habituales (ERC, PNV y EH Bildu) más a Junts para mantener su mayoría actual. Esas negociaciones están en una fase muy incipiente, pero fuentes socialistas y del PP admiten que en realidad a los partidos nacionalistas, con muchos menos diputados que los grandes grupos, les ocupa y preocupa mucho más que la distribución de cargos en la Mesa los compromisos para la investidura y para toda la legislatura.

Matemáticas políticas de alto voltaje

Los votos empleados por cada bloque para obtener las primeras vicepresidencias o secretarías ya se descuentan para las siguientes votaciones y por eso hay que calcular muy exactamente cuantos se gastan y para qué y con quién. Son matemáticas políticas de alto voltaje y alcance. El control de la Mesa del Congreso determina luego el calendario de trabajo de la Cámara, cuándo se aceleran o frenan asuntos y debates, qué comisiones de investigación se crean, y hasta la interpretación del reglamento y, por tanto, de la formación o no de grupos parlamentarios y sus dotaciones. Es un poder burocrático, económico y administrativo de la máxima relevancia para los partidos.

Para elegir los cuatro vicepresidentes, el artículo 37 del Reglamento del Congreso determina que cada diputado debe escribir en la papeleta el nombre de un candidato. Y que sean designados los cuatro que recaben más apoyos. Si hay empate, se convocarán votaciones sucesivas hasta romperlo. Como la quinta parte de los 350 diputados del Congreso son 70, con 71 apoyos, un partido se aseguraría uno de los puestos, porque no podría haber otros cuatro con igual o mejor resultado. Pero se puede conseguir una vicepresidencia con menos votos. En la X Legislatura, tras las elecciones de 2011 que ganó el PP, fueron elegidos dos vicepresidentes con menos votos de los 52 que hasta ahora tenía Vox, que en esta nueva legislatura, la XV, se han visto reducidos a 33.