Argentina, más que unas presidenciales
Los argentinos eligen nuevo presidente el próximo domingo. Lo hacen en un clima enrarecido por una grave crisis económica y el surgimiento de una fuerza de ultraderecha que promete dinamitar el sistema. Su candidato, Javier Milei, propone dolarizar la economía como remedio contra la inflación, permitir la venta de órganos y acabar con la que llama “casta política”. Él prefiere usar la palabra “exterminar”, a tono con su negacionismo del terrorismo de Estado de la dictadura. Solo dos candidatos tienen alguna posibilidad de cerrarle el paso hacia la Casa Rosada: el peronista Sergio Massa, actual ministro de Economía; y Patricia Bullrich, quien fue ministra de Seguridad durante la presidencia de Mauricio Macri. Los sondeos sitúan primero a Milei, aunque sin los votos suficientes para evitar una segunda vuelta el 19 de noviembre. Por eso el domingo la clave estará en el segundo puesto.
Massa rema contra la corriente. La inflación se ha disparado hasta el 138% y la pobreza supera el 40%. No son datos alentadores para un candidato que promete resolver como presidente los problemas que apenas puede atender como ministro. Bullrich, en tanto, se esfuerza por enarbolar la bandera del cambio después de que Milei se la arrebatase, sobre todo entre los jóvenes. La exministra ofrece experiencia de gobierno ante un candidato imprevisible y sin experiencia ejecutiva. Su discurso, sin embargo, no convence y hoy marcha tercera en los sondeos.
Hartos de décadas de desvaríos económicos y corrupción política, a los votantes no parecen importarles los déficits del candidato ultra. La profundidad de la crisis es el combustible de un electorado que parece dispuesto a asomarse al abismo. El odio de parte de los argentinos al kirchnerismo —dominante desde 2003— completa un escenario inédito de descrédito de la política. La campaña electoral se ha vuelto además especialmente sucia. Circulan todo tipo de denuncias contra los candidatos, sea cual sea su color político: desde presuntos actos de corrupción hasta problemas matrimoniales. Mientras Milei hace campaña armado de una motosierra, los políticos tradicionales se pierden en rencillas de vuelo bajo. Crecen así las opciones del economista, que ha logrado convertir en un valor su falta de experiencia en la gestión pública. Al grito de “la casta tiene miedo”, suma apoyos entre desencantados de todos los estratos sociales.
Los cimientos de la democracia argentina, que este año cumple 40 años, están más endebles que nunca. De toda la sociedad depende recuperar los valores que hasta ahora impidieron la aparición de figuras mesiánicas. La crisis debe ser atendida, pero no puede ser excusa para soluciones que atenten contra la convivencia, la protección de los más pobres, el respeto de las minorías o la defensa de los derechos humanos. Argentina elige este domingo mucho más que un nuevo presidente.