ReconoceR
Reconocer: del encanto al desencanto digital
En la entrega anterior hablamos de un concepto relativamente joven pero tan maduro que toma por sorpresa a cualquiera: el ciberbullying. Ya no es un problema exclusivo de un grupo de personas, sino de todos como sociedad.
Desde entonces, algunas de las historias que se contaron fueron tan absurdas como dolorosas: una afectación en la escuela que terminó con la policía cibernética a la puerta; un menor que se inventó el perfil de una chica atractiva para pedir recargas y conversar con personal docente; imágenes de “packs de papas” enviadas a encargadas administrativas que solo habían compartido su número para recibir información de trámites; y esas jovencitas que, con aguja e intención, ajustan sus uniformes para que el pantalón dibuje la cadera y provoque el lente ajeno. No es coquetería ni rebeldía adolescente: es un juego de poder y atención, un desafío al límite donde el maestro deja de ser figura de respeto para convertirse en tendencia o meme.
Detrás de cada historia hay varios rostros: el que agrede, el que calla, el que observa y el que —por miedo o por morbo— comparte. Nadie es del todo inocente en esta red donde la crueldad se disfraza de contenido y el silencio también golpea. El que sabe usar la tecnología y tiene ideas creativas, se ha vuelto capaz de mover montañas… o de hacerlas caer.
Lo más grave no son las bromas ni los memes, sino lo que dejan detrás: un eco de desconfianza. En las aulas, ya nadie sabe quién graba, quién comparte o quién observa con la intención de exponer al otro. Las cámaras, que antes servían para registrar evidencias o aprendizajes, hoy despiertan sospechas. Y el silencio —ese que antes era respeto— se volvió una forma de defensa.
Hoy, docentes, alumnos, personal administrativo y en general cualquiera de nosotros puede ser malinterpretado. Basta una captura fuera de contexto, un comentario en el momento equivocado o una imagen manipulada para que la reputación se tambalee. Hay quienes temen hablar, quienes prefieren no participar o mantener distancia por miedo a convertirse en el tema del grupo o de la red.
Entre unos y otros se instala una distancia invisible: todos conectados, pero pocos vinculados. En la siguiente entrega continuaremos abordando el tema desde diferentes ángulos que nos ayuden a fortalecer nuestra interacción digital.
Soy Leticia Pérez,
instructora de Informática en ICATEQ Plantel San Juan del Río, entretejiendo la tecnología y los eventos que suceden en nuestra interacción.



