Cecilia Soto, excandidata presidencial: “Hay paridad pero los hombres siguen acaparando el poder en los partidos”
Han pasado tres décadas desde que Cecilia Soto (Hermosillo, Sonora, 74 años), se presentó como candidata presidencial del Partido del Trabajo (PT). Fue la segunda mujer a la que un partido le levantó la mano para contender por la presidencia y fue en aquellas convulsas elecciones de 1994. Sentada en la sala de su apartamento en la Ciudad de México, la hoy asesora de la coalición opositora recuerda el miedo al ridículo que sintió cuando la invitaron a representar al partido, seguido del sentimiento de culpa por dejar a sus hijos pequeños al cuidado de su padre. A pesar de los avances y los derechos ganados ve la igualdad sustantiva como una deuda hacía las mujeres. “Llegamos, pero no tenemos el poder”, advierte. Contempla la elección en curso, donde una mujer será casi seguro la próxima presidenta, como un evento histórico.
Muestra algunas de las fotografías de su campaña. Detrás de ella destaca un poster de la película setentera franco-japonesa El imperio de la pasión, una ilustración del cuerpo de una mujer con las piernas abiertas. Entre risas se remonta al proceso de su candidatura, cuando era conocida como “Sexyilia”: “¿Votarías por una mujer a la que le llaman ´sexylia´? ¡No! ¡No! Yo quiero a una mujer que sepa gobernar, no quiero una mujer “sexy” en la presidencia”, comenta aludiendo al fuerte machismo de la época.
En este flash back, el sonido del disparo que mató a Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato presidencial del PRI, aún la afecta. El magnicidio marcó la elección de 1994. También el levantamiento en Chiapas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Soto logró colocarse en el cuarto lugar de la elección con 2.75% de votos, suficientes para darle el registro nacional al PT.
La física de profesión ha ocupado diversos cargos en la política: líder estudiantil, diputada federal, local, embajadora y servidora pública o directiva en la Fundación Slim. En sus 52 años de carrera ha sorteado las dificultades que supone ser una mujer dedicada a la política. Embarazada se postuló como diputada federal y como madre compaginó todos los cargos que ha ocupado. Para esta elección considera que las dos candidaturas punteras representan dos maneras de cómo las mujeres llegan a puestos de poder: “Claudia Sheinbaum representa la manera tradicional del siglo pasado. Donde un hombre transmite su autoridad y la de Xóchitl Gálvez que representa a una mujer hecha a sí misma, que se gana la candidatura en circunstancias muy especiales”
“Mujerista”. Así se denominaba Soto antes de adentrarse en el feminismo, lo que la llevó a impulsa políticas públicas a favor de la igualdad de género. Ahora desde la sociedad civil trabaja activamente en la campaña de Xóchitl Gálvez y Santiago Taboada. Aunque ya alista su retiro después del 2 de junio, sea cual sea el resultado. Es tiempo, dice, de saldar las deudas personales que se debe.
Pregunta. ¿Qué ha pasado en México en 30 años para llegar a que dos mujeres sean punteras en una elección presidencial?
Respuesta. Ha habido una voltereta en la aceptación por parte de la sociedad de que una mujer pueda ser presidenta de la República. Cuando yo fui candidata, 80% de mexicanos consideraban que el puesto más inapropiado para una mujer era la presidencia de la república. Afortunadamente no vi encuestas hasta que terminé, si no no sé si me hubiera atrevido. Hay un condicionamiento a que grandes responsabilidades las tomen los hombres. Esta evolución, el hecho de que haya dos candidatas, que las dos sean las más importantes y que tengan un perfil muy interesante es muy importante.
P. ¿Cómo ve la aceptación en México para que una mujer sea por primera vez presidenta de México?
R. Estas dos candidaturas representan las dos maneras de cómo algunas mujeres llegan a los puestos más altos. Claudia Sheinbaum representa la manera tradicional del siglo pasado. Es decir, en donde un hombre te transmite su autoridad y en estos casos han resultado buenas y malas. El caso más claro y brillante quizá sea el caso de Indira Gandhi, que llega con la autoridad de su padre. Este es el caso de Claudia [Sheinbaum], que llega a través de la autoridad que le da un hombre. No sabemos si hubiera llegado sin esa autoridad, pero es legítimo. Xóchitl Gálvez representa una mujer hecha a sí misma, contra viento y marea. Se gana esta candidatura en circunstancias muy especiales, porque es la primera vez que PAN, PRI y PRD tienen un candidato que no es de su militancia. Y ahí sí fue trabajo de la sociedad civil. En particular el trabajo del Frente Cívico Nacional, la organización en la que estoy.
P. ¿Dudó en aceptar la candidatura y el reto de enfrentarse a una sociedad machista?
R. Fue muy difícil, me tardé un mes en dar el sí. Pero mi temor no era enfrentar una sociedad machista, mi temor eran mis propias carencias, mis capacidades —¿sabré yo de todo lo que hay que saber para estar en una candidatura?— No exactamente para ser presidenta, porque eso estaba bastante lejano, sino porque tienes que saber de economía, de finanzas, de todo. Y el temor al ridículo era y es algo muy importante. Entonces sí me tardé un mes. Luego aprendí que la presión, la adrenalina que genera la campaña aviva la inteligencia.
P. ¿Cómo vivió el asesinato de Luis Donaldo Colosio?
R. Estaba en Poza Rica, sentada con líderes del sindicato petrolero. Por cierto, una reunión bastante fría, porque yo era una opción bastante menor. En ese momento me habla mi esposo y me da la noticia del atentado. Suspendimos la reunión y me fui al cuarto del hotel. En los medios pasaron muchas ocasiones el momento del sonido del disparo. Yo tardé muchísimos años —todavía me sucede— en oír cohetes y no sentir que se me sale el corazón, me afectó. No tuve temor de mí para nada, yo no era una figura que pudiera representar el tipo de blanco que representó Colosio, pero a mis hijos y a mi familias sí les afectó mucho. Sí me cuidaban mucho, estaban muy angustiados.
P. ¿Cómo califica el resultado de la elección de 1994?
R. Cuando firmamos los 20 compromisos me vinieron a ver una serie de organizaciones norteamericanas y me decían que en las encuestas de ellos estaba en 10%. En ese entonces no creíamos en las encuestas. Nos parecía un instrumento usado por el PRI —que era el malo. A partir de mayo los seis candidatos chicos pasamos a los interiores de las páginas, a un cintillito abajo. No fue sorpresa para mí. Por supuesto, me hubiera gustado un número cerrado, yo saqué 2,75 y me hubiera gustado sacar tres. Pero con eso logré el registro del PT.
P. ¿Sufrió violencia política cuando fue candidata presidencial?
R. ¿Qué te parece que me dijeran Sexilia? O sea ¿tú votarías por una mujer a la que le llaman Sexilia? ¡No! ¡No!, yo quiero una mujer que sepa gobernar, no quiero una mujer sexy en la presidencia. Y me lo decía gente que simpatizaba conmigo y gente que no. A mí eso me enojaba mucho. Entrevistas en donde solo aparecían fotos de mis piernas, preguntas: ¿Están listas las mujeres para gobernar? Violencia simbólica.
P. ¿Qué ha pasado para que haya dos mujeres en la boleta presidencial como principales contendientes?
P. La sociedad mexicana cambió, por el ejemplo de muchísimas mujeres que hicieron natural la participación de la mujer. Pero no nada más fue un movimiento natural, después de mi candidatura tuve una gran oportunidad desperdiciada, yo era ´mujerista´, no era feminista. No fue sino hasta un año después de mi candidatura cuando fuí a la cumbre de Beijing, ahí aprendí todo sobre el enfoque de género, lo que era ser feminista. Y una serie de mujeres importantísimas hicimos un pacto, olvidarnos del tema partidario en ciertos temas fundamentales de avances de la mujer. Se sentaron las bases para el Instituto Nacional de las Mujeres. En la Cámara de Diputados se hicieron los pactos para las cuotas de género, empezamos con 30% y luego con 40%. Fuimos venciendo todos los trucos de los hombres, las “juanitas”, las candidaturas perdedoras y todas las trampas increíbles que sigue habiendo. En 2019 viene la lucha por la paridad en todo. Fuimos poniendo en la práctica estas nuevas leyes hasta llegar a la 3de3 donde no pueden tener candidaturas los deudores alimentarios, los violentadores. Hay un cambio de las generaciones que tienen que abandonar prejuicios y enseñanzas antiguas.
P. ¿Cuál es la deuda hacia las mujeres en materia política?
R. La igualdad sustantiva. Hay paridad pero los hombres siguen acaparando los puestos de poder en los partidos. Llegamos pero no tenemos el poder. Como le pasó a Claudia [Sheinbaum] con el presidente [Andrés Manuel López Obrador], le da el bastón de mando pero él se queda con el control.
P. ¿Le parece una candidatura patriarcal?
R. Sí, absolutamente. Yo creo que fue elegida por el patriarca, seguramente ella tiene méritos para haber logrado convencerlo. Son dos maneras en cómo llegamos las mujeres al poder. El hombre que transmite la autoridad ante una sociedad reacia y la mujer que construye su propio camino.
P. ¿Hay un estancamiento a pesar de los avances?
R. Sí. La polarización que ha marcado este sexenio desafortunadamente ha roto o ha lastimado este mecanismo que habíamos logrado nosotras —no importa el partido del que vengas. Yo creo que eso se rompió, creo que ha habido en algunos temas, por ejemplo la 3de3, ha habido alianzas, pero esto ha sido muy eventual. Sí nos pegó la polarización.
P. ¿Una mujer en la presidencia garantiza avance en las reformas que están atoradas en el Congreso, como la interrupción legal del embarazo?
R. Siempre y cuando la polarización de —nosotros los buenos y ellos los malos— se acabe. Es decir, la polarización ha llegado al grado de que algunos mexicanos merecen estar bajo la bandera y otros no. Creo que es posible lograrlo, estoy segura que en el caso de Xóchitl [Galvéz] así es, no sé en el caso de Claudia [Sheinbaum], no parece ser así por lo que dijo después de nuestra manifestación. Ojalá que ya no incentivaran el odio hacia el otro.
P. ¿Que llegue una mujer a la Presidencia es garantía para la mejora en los derechos de las mujeres y en general?
R. Por el hecho de que llegue una mujer a la presidencia, que gobierne como una mujer de avanzada, no, Ahí tienes a Lenia Batres, a las otras dos ministras, tienes a la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que es una vergüenza internacional, no solamente nacional. Entonces no, no necesariamente tiene que ser una mujer que se sepa todo el canon feminista pero sí que comparta la idea de que es absolutamente natural que una mujer pueda estar en un espacio de poder.
P. ¿No fue invitada a los debates?
R. Ahí no estoy segura si fue por ser mujer. En enero [Luis Donaldo] Colosio nos envió una carta a todos los demás, diciendo que habría un debate presidencial. Era la primera vez que había un debate presidencial, también la primera vez que había observadores internacionales. Fue por iniciativa de Colosio. Cuando matan a Colosio, me llamó Ernesto Zedillo y me dijo que habían decidido los tres que nada más iban a ser ellos y que no quería que me enterara por la prensa. Tuvo la gentileza de informarme eso.
P. ¿Se va a retirar después del 2 de junio?
R. Sí, ganemos o perdamos —creo que vamos a ganar—. El 10 de junio próximo se van a cumplir 52 años de mi ingreso a la política. Yo creo que ya es suficiente. Tengo 74 años. Es hora de ser abuela, no he hecho mi tesis de licenciatura, tengo muchas deudas personales pendientes, un altero de libros que leer, muchísimas cosas que hacer.
P. ¿Cuál es su resumen de estos 30 años para llegar a este momento histórico?
No creo que pueda haber feminismo sin democracia y que pueda haber democracia sin feminismo. Entonces, estamos a punto de eso. Esta elección es una en donde si Morena gana la presidencia y gana la mayoría en el Congreso, se acaba la Suprema Corte de Justicia, se debilita totalmente el Poder Judicial, se acaba el INE, se acaba el Tribunal Electoral, se acaba la Comisión Nacional de Derechos Humanos —esa ya la habían acabado—. La Cámara de Diputados vuelve a antes de 1967, ningún diputado de mayoría y ninguno por reelección. Una regresión autoritaria. Podemos tener paridad y perder un país. Entonces ¿Qué me importa?
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