Mitch McConnell anuncia su renuncia como líder de los republicanos en el Senado


El senador republicano Mitch McConnell anunció este miércoles que dejará el próximo noviembre su puesto como líder del partido en la Cámara alta estadounidense. McConnell capitaneaba la minoría conservadora en el Senado y es el político que durante más años ha llevado esas riendas en la historia, más de una década, que coincide también con la época más convulsa en la formación conservadora, inaugurada con la irrupción de Donald Trump, un enemigo declarado de McConnell, en la escena política de Washington.

McConnell, que cumplió 82 años la semana pasada y tiene su escaño asegurado hasta 2027, hizo pública su decisión a sus compañeros en el Senado, escenario que conoce bien desde su llegada en 1985, con un discurso en el que el político, de habitual gesto impertérrito, no pudo ocultar la emoción.

“Uno de los talentos más subestimados de esta vida es saber cuándo es el momento de pasar al siguiente capítulo, por eso estoy hoy ante ustedes, señor presidente y estimados colegas, para decirles que este será mi último mandato como líder republicano del Senado”, dijo McConnell.

Justificó la decisión en que está atravesando “un momento familiar particularmente difícil”, en referencia a la muerte reciente en un accidente de coche en Texas de su cuñada, la hermana menor de su esposa, la exsecretaria del gabinete Elaine Chao. “Perdimos trágicamente a Angela hace apenas unas semanas”, dijo McConnell. “Cuando se pierde a un ser querido, especialmente a una edad temprana, hay una cierta introspección que acompaña el proceso de duelo”, añadió.

A continuación, el senador por Kentucky advirtió: “Todavía tengo suficiente gasolina en mi tanque para decepcionar completamente a mis críticos, y tengo la intención de hacerlo con todo el entusiasmo al que se han acostumbrado”.

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Es inevitable asociar el anuncio de McConnell con la decisión de la presidenta del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel, de dimitir de su puesto la próxima semana, tres días después de la votación del Supermartes, jornada en la que se organizan primarias en 15 Estados y en la que todo indica que se confirmará la designación de Trump como candidato a las elecciones del próximo noviembre. El líder de la minoría en el Senado es uno de los blancos favoritos del expresidente, al que este suele denigrar con uno de sus insultos predilectos: RINO, siglas en inglés para referirse a los “republicanos solo de boquilla”.

McConnell es la viva imagen de la facción más tradicional de Partido Republicano, la que se deriva de la revolución conservadora de Ronald Reagan en los años ochenta, y que ha tenido difícil navegar contra la corriente populista de Trump y los suyos. El desencuentro más sonoro llegó con el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, cuando miles de simpatizantes de Trump pusieron en riesgo la vida de los legisladores, McConnell entre ellos, después de que el aún presidente, que se negó, y aún se niega, a aceptar su derrota frente a Joe Biden en 2020, los arengara al término de un mitin en Washington.

Antes de eso, al final del primer mandato de Trump en la Casa Blanca, McConnell tomó la que tal vez sea la decisión política de mayores consecuencias de su carrera, que influirá en la vida pública estadounidense durante décadas. Fue tras la muerte de Ruth Bader Ginsburg, cuando pisó el acelerador para confirmar a la jueza del Supremo Amy Coney Barrett, en el último suspiro de la campaña electoral de 2020, pese a que en el pasado había prometido que no haría algo así. De ese modo, el alto tribunal, cuyos nueve magistrados son elegidos con carácter vitalicio, se inclinó hacia una mayoría superconservadora de seis contra tres, inédita en este país desde hace ocho décadas.

“Créanme, conozco la política de mi partido en este momento particular”, argumentó McConnell en un discurso en el Senado de este miércoles. “Tengo muchos defectos, pero ese no es uno de ellos”.

El año pasado, el senador dio signos de debilidad tras sufrir una grave caída. Después, protagonizó varios lamentables episodios durante los que se quedó momentáneamente congelado en mitad de un argumento ante los medios. Y en los últimos meses, se ganó además la antipatía de sus correligionarios por asociarse con los demócratas, y especialmente con su líder en el Senado, Chuck Schumer, para sacar adelante un paquete de ayuda a Ucrania en su defensa de la agresión rusa en una guerra que la semana pasada cumplió dos años, así como para alcanzar un acuerdo sobre la frontera que ayude a desatascar la crisis migratoria actual. Trump no quiere que ese problema se resuelva, por un puro cálculo electoral, y ha conseguido, en otra demostración del control que vuelve a tener sobre el partido, que los congresistas torpedeen esa iniciativa del Senado.

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